En la dura lucha por el placer permanente es necesario que constantemente los sujetos placenteros estén considerando la pertinencia de su práctica placentera a partir de una rigurosa contrastación con la teoría placentera, y viceversa, de modo de asegurar que la elaboración táctica conduzca de la manera más segura posible al objetivo estratégico y a la vez a la construcción del escenario más favorable para alcanzar el placer (permanente), que hará de nosotros sujetos plenos y libres.
En este sentido, sin embargo, no hay una forma única de abordar esta problemática y entre las huestes en lucha se debaten claramente dos: las llamadas "guerra de maniobra" y "guerra de trincheras". ¿Cómo se caracterizan y cómo determinar cuál método es el adecuado? En lo sucesivo trataremos este asunto.
~ Guerra de maniobras. Esta implica un ataque frontal y directo en busca del objetivo estratégico. Las condiciones que usualmente posibilitan la configuración de un escenario para que esta táctica sea pertinente se constituyen en la abundancia de alcohol, música candente, frenesí juvenil y una alta moral relativa. En estos casos la historia ha demostrado que es sensato apostar por una conducta menos velada y más violenta.
Por otro lado, existen otros contextos en los que se desarrolla la guerra de maniobras, pero verdaderamente resulta (mucho) menos recomendada, en atención a la configuración del sentido común y la Ideología dominante; me refiero a las ocasiones en que el contexto dista de ser el óptimo mencionado y por tanto es posible que incluso medie la sobriedad o la distancia geográfica (mayor a la óptima distancia cuerpo-a-cuerpo), lo que en realidad representa un estadio político previo al óptimo, el que es posible de desarrollarse por medio de la guerra de maniobras no sin representar un aventurerismo patente: todo o nada; arriesgar el poco capital existente en una maniobra prematura puede ser el suicidio. Pero hay quienes se aventuran, y usan el chat de Facebook para hacer declaraciones inesperadas o proponer abiertamente organizar el placer, así sin más. Todo o nada.
~ Guerra de trincheras (no confundir con "en la guerra todo hoyo es trinchera"). En un contexto social donde generalmente decir las cosas frontalmente es aventurerismo y, al contrario de lo que nos enseñan cuando niños -que debemos ser sinceros, decir lo que pensamos, etc.-, se fomenta la indiferencia como mejor método de conquista para ir avanzando posiciones hacia el objetivo estratégico, la guerra de trincheras parece ser un método adecuado y pertinente como regla general de conquista en contextos no óptimos para la guerra de maniobras, -al menos mientras se prepara el escenario para ello-. Es decir: mija, no lo pesque, hágase la interesante, así se va a fijar en usted, no se entregue en bandeja, etc. Esto, a precio de no desatar el impulso espontaneísta de llegar y mandar un inbox diciendo: "hola, juntémonos a tomar (y culiar)", o de dedicar una fina e insinuante pieza de reggaetón.
Luego de estas definiciones, me voy a permitir hacer una reflexión que estimo esencial: la táctica de guerra de trincheras en la búsqueda del placer reproduce la lógica insincera del sentido común hegemónico de no decir las cosas frontalmente a fin de generar una verdadera y eficiente estrategia de guerra que, veladamente, garantice el objetivo estratégico. ¿Y para qué? ¿Para un culión? Verdaderamente creo que no vale la pena tanta parafernalia.
Digo esto porque, por ejemplo, cuando un niño no me quiere dar la pasá (y me indigno) el consejo siempre es: "ignóralo, hazte la interesante y te va a pescar" (o algo así). Y yo digo: "AH NO"; salvo que vaya a encontrar el amor de mi vida (el 99.99999% no es el caso) no voy a andar pensando en cómo chucha ignorar a un wn pa que me pesque, ¿qué es esa mierda? ¿Qué chucha significa "hacerse la interesante"? Uno es como es no más y, si se le aprecia, bien, si no, mal pero filo.
Claramente se debe asumir que, de algún modo, la guerra de trincheras es más eficiente para avanzar posiciones progresivamente -e, incluso, asegurar un casero-, pero no tolero la idea de andar maquinando cómo hacer que te de la pasá alguien que, si bien es preferible, resulta intrascendente. Sólo Alexis Sánchez es merecedor de un plan de largo aliento en mi mente.
Por lo tanto, y a modo de conclusión, reivindico absolutamente el aventurerismo de la guerra de maniobras como forma de conquista. Además es más divertido, y es una cuestión de probabilidades: si lo intento muchas veces,
alguna habrá de resultar. Es como tratar de romper una muralla a
cabezasos eso sí.