domingo, 30 de diciembre de 2012

Por la subversión del concepto y la praxis del "respeto"

respeto (RAE).
(Del lat. respectus, atención, consideración).
1. m. Veneración, acatamiento que se hace a alguien.
2. m. Miramiento, consideración, deferencia.
3. m. Cosa que se tiene de prevención o repuesto. Coche de respeto. WTF
4. m. miedo (recelo).
5. m. ant. respecto.
6. m. germ. espada (arma blanca). 
7. m. germ. Persona que tiene relaciones amorosas con otra.
8. m. pl. Manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía. 

Para partir, cabe decir que ninguna de las definiciones acá vertidas se condice con la noción que una Señorita del Siglo XXI (y la sociedad en su conjunto) debiese tener del Respeto. Exceptuando la definición número 7, que -debo decir- no sé cómo mierda se podría usar (si alguien dice "yo lo respeto a él" o "nosotros nos respetamos", ¿En qué momento alguien puede establecer que tienen relaciones amorosas? Por otro lado ¿Son estrictamente amorosas? ¿A quién se le habrá ocurrido esa definición? Yo creo que la RAE se equivocó), y las definiciones número 3, 5 y 6 -que no tienen ningún sentido-, hacen alusión a intenciones débiles (no intensas) o de sometimiento, actitudes que una Señorita no debe buscar en sus relaciones interpersonales, porque se debe vivir con intensidad y fraternidad. 

Contexto en que surge la inquietud sobre la necesidad de una resignificación del "respeto". 
  
Si bien usualmente se enarbola el respeto como una prevención higiénica y protectora de la mujer y su virtud respecto del ataque masculino, es menester denunciar, mediante estas palabras, que la consecuencia objetiva de este principio no es sino la presunción de que a la mujer se le debe negar el placer antes que todo, y que en ningún caso es relevante el deseo de la mujer de sentir placer. ¿A qué me refiero? A que no dar la pasá, por "respeto", es en realidad una ofensa; no meter el deo en el chico, por "respeto", es una ofensa. Si lo que el contexto manda es hacer ese tipo de acciones, no hay tal cosa como el "respeto" que nos han enseñado. Efectivamente se debe un Respeto, pero aquél no es ni un mero miramiento, ni miedo, ni la conservación de límites y prejuicios pasados a choro seco o de pichula pasá a mano y sotana: es una honesta preocupación por las expectativas razonables que todo contexto de avanzada amatoria, dado por las mutuas concesiones que en la interacción los participantes han dado a entender, exije. Lo contrario es, además, una falta a la seguridad jurídica.

Una suele pensar, en esos momentos críticos en que el "respeto" nos ha traicionado: fálteme el "respeto", usted señor Caballero. Pero aquello no es más que exigir el Respeto a las expectativas racionales que toda Señorita acarrea consigo luego de que el contexto ha dado a entender que una puede y quiere pedir eso. Digamos, si un seudo Caballero insinúa cosas que luego no concreta, por "respeto", no es un Caballero. Hay que distinguir el "respeto" del Respeto, entonces. 

Conclusiones.

En conclusión, hay que desenmascarar la pusilanimidad y ponderarla con la inocencia sincera, susceptible de recapacitar, para erradicar el "respeto" y exigir el Respeto que tan fácilmente es negado, si no por prejuicios, por ignorancia o mala voluntad. Finalmente, la experiencia me da la razón, en el sentido de que lo primero que se piensa cuando un Caballero no cumple con las expectativas generadas, es: qué sin Respeto este conshesumare. ¡Subversión, Señoritas!

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